Caminando por el valle, nos encontramos con esta joya escondida entre pantanos y montañas.
Mientras paseas por sus calles tienes la sensación de que aparezca un caballero templario y te arree un mandoble de su pesada espada, la sensación es muy real, y para calmar el susto de la imaginación nada mas refrescante que probar los viejos caldos, que antaño se producirían en tan majestuosas botas de roble. Sin olvidar a los muertos que allí descansan, guardando y vigilando la entrada a la iglesia / castillo que tan maltrecha esta por los efectos del tiempo y del mas absoluto abandono.