Ya no se oyen los gritos de los niños al bajar de los trenes para ir a la playa.
Tampoco el rumor, del ir y venir de los pasajeros al subir y bajar del tren, la campana del jefe de estación anunciando la marcha del tren, ya ha enmudecido, también el chirriar y el respirar de los hidráulicos frenos.
Pero de pasar, ellos, los trenes, si pasan y saludan a la estación con estrepitosos pitidos, anunciando que su majestuosa presencia, no es digna de parar en esa estación, y ella herida en su corazón se desvanece en el olvido,
de un tiempo mejor.
de un tiempo mejor.
Ahora, rota por dentro y por fuera, llora en su eterna agonía, de una época mejor, mientras espera sin prisa su infame desaparición.
La de estaciones olvidadas que tenemos!! madre mía si nos pusieramos a contarlas yo creo que flipariamos un rato.
ResponderEliminarBuen reportaje Fraile, me gusta especialmente las fotos de los accesos subterraneos.
Un saludo.
Hay muchas que las reconvirtieron en casas como la de torrebonica, que ahora es una vivienda particular.
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