Llegamos al despuntar el sol, y saltamos la tapia como vulgares ladronzuelos, sigilo y admiración ante nuestros ojos, los oohs contenidos enmudecidos por el apriete de los labios, ya que no queríamos despertar a las maquinas que allí descansaban, mientras las telarañas, el moho, y el oxido las consume.
Hierro, oxido, ruedas y motores que no funcionaran ya mas, pues el tiempo ya ha mellado el motor de la maquina, y solo el oxido rojo como la sangre, sale al exterior demostrando que la herida es más y más profunda hasta su corazón.